Un regalo del cielo en forma de pelotazo

A diferencia de lo ocurrido ocho años antes ganando en forma agónica por el mismo resultado al mismo rival, esta vez el gol del triunfo no daba lugar a la avalancha más grande del mundo. Tampoco servía para inaugurar los festejos de una nueva estrella asomando en el horizonte como sucedió tras aquel mítico gol del Mono Perotti. Esta media vuelta de Latorre que se clavó en el ángulo de Vivalda pasado el minuto noventa significaba apenas un desahogo tras una semana muy brava. Un desahogo que servía para una sola cosa: mantener con vida la ilusión de seguir peleando el campeonato hasta el final.

La derrota ante Racing de Córdoba el domingo anterior había dejado heridas profundas. El puntero Independiente ya estaba ahora cuatro puntos arriba y la tensa calma del vestuario xeneize terminó de volar por el aire tras declaraciones poco felices de Pastoriza en el mismísimo Chateau Carreras, minutos después de perder. El técnico deslizó que el equipo no dejaba todo en la cancha e incluso mencionó algunos apellidos. Actitud que hizo del reencuentro el martes en La Candela un polvorín. Hubo acusaciones mutuas, reproches y un entrenamiento que terminó antes de tiempo. Los puentes estaban definitivamente rotos entre plantel y cuerpo técnico.

En este contexto llegaba el peor de los escenarios. Un partido a cuatro fechas del final con la obligación de ganar ante el Ferro de Griguol, equipo incómodo que entendía casi a la perfección como jugar en una Bombonera colmada de hinchas pero también de desesperación. Clima que se vio potenciado cuando arrancó el segundo tiempo y las radios portátiles traían pésimas noticias desde Avellaneda: un gol de Alfaro Moreno ponía a Independiente uno a cero arriba de Newell´s y estiraba aún más la distancia en la tabla.

El partido en la Bombonera era trabado y casi sin llegadas a los arcos pero a decir verdad no había tiempo para aburrirse con todo lo que pasaba de la raya de cal para fuera. Por un lado Pastoriza que no movía el banco de suplentes para poner a Perazzo y se le reclamaba masivamente la pelea en la semana con los jugadores pero también llevar puesta una bufanda de color rojo. Sin (?). Y por otro lado había que estar muy atento al grupo de hinchas que desde las tribunas del Riachuelo quería desafiar a la barra de José con un grito de guerra por demás provocativo: “ya lo veo, ya lo veo, Pastoriza, se va con el Abuelo”. Intento de sublevación que fue sofocado en cuestión de minutos a mano limpia. Tal vez por eso pasó bastante desapercibido un cabezazo cruzado de Ferro que menos mal no entró en el arco xeneize porque hubiera desatado la tercer guerra mundial. Claramente Dios existe y es bostero (?).

Así se llegó al cierre del partido con la dolorosa sensación de que Boca se despedía ahí mismo del campeonato. Quedaba sólo esperar el pitazo final para decirle adiós a la ilusión de cada año, potenciada esta vez por una gran campaña que se fue desinflando y no alcanzaba. Cosa que dolía muchísimo. Fue ahí que de repente cayó un regalo del cielo en forma de pelotazo para que Comas en dos movimientos haga magia. Metió control, giro y centro pinchado al medio del área verdolaga, el lugar perfecto justo por detrás de Sergio Vázquez y por delante de Vivalda. Ahí estaba Latorre para matarla con el pecho y de media vuelta hacer explotar la Bombonera en un grito furioso. Acababa de consumarse un milagro ante miles de ojos inyectados en sangre y hasta con alguna que otra lágrima a punto de caer.

Había una vida más que iba a durar apenas siete días hasta la nueva y frustrada excursión a Córdoba, esta vez para visitar a Instituto. Pero ya habría tiempo para sufrir lo que sería esa derrota. Este instante de felicidad absoluta, con el partido ya terminado y la gente todavía abrazándose por el gol, era para disfrutar a pleno y guardar en las retinas. Sin importar el mañana (?). Sin importar que el director técnico tenía un pie afuera. Sin importar que el puntero no paraba de ganar y sin importar que de repente cuando nos quisimos acordar los veintidos jugadores se habían empezado a fajar en mitad de cancha, especialmente Comas y el arquero de Ferro. Escaramuza que duró poco, es verdad, pero que agitó aún más los corazones de la multitud. Lo que se dice un gran cierre para una gran tarde victoriosa de Boca Juniors.

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