AHORA VIENEN LOS PANQUEQUES

El Boca del Negro Ibarra volvió a decir presente en una de las que cuentan. Ahora las críticas se suavizarán para darle paso a los elogios. Scaloni, los sabios y las faltas de respeto: lugares comunes que no tienen solución….

El inevitable peso de los resultados se encargará de torcer el destino, sí. También de suavizar críticas para preparar un terreno donde luego poder elogiar a este Boca que ayer volvió a decir presente en una de las que cuentan. No es un ejercicio fácil, eh. Dirán que Ibarra cambió, que comprendió que estaba equivocado, pero que su inexperiencia lo había hecho ceder ante presiones y que ahora muestra otras cualidades o que -directamente- quemó todos los libros.

 

 

Sí, seguramente suene conocido el caso. Porque pasó hace muy poco con el tal vez mejor técnico de la Selección Argentina de la historia. Nunca reconocer que se juzga sin amplitud de criterio, menos que se falta el respeto por simple envidia de sentirse con conocimientos -desde un pupitre, insólito- superiores a los de tipos con un 80% de sus vidas adentro de una cancha y partícipes de ciclos gloriosos. Imposible sacar a la luz que -algunos- forman parte de operaciones que instalan nombres por simple afinidad o hasta por intereses incompatibles con la profesión, éticamente lindantes con la deshonestidad.

 

La gira mediática de un postulante al trono en los días posteriores al segundo partido sin resultados positivos en cuatro fechas era tan solo la mesa puesta para comerse al último técnico campeón del fútbol argentino. Otra vez -luego de un breve parate por haber ganado una Liga local- se ironizaba con la real capacidad de Ibarra para ser DT. Faltaba un conflicto con algún referente y un papelón frente a un equipo de segunda categoría para detonar la silla y que todo vuelva a sus cauces. No sucedió, una vez más. Ibarra manejó los egos del plantel y logró (tras sentarlo noventa minutos en el banco contra Vélez) un Benedetto más comprometido y decisivo que nunca desde su regreso. Un capitán (Pol) suplente en la final, apoyando a sus compañeros como si fuese el primer hincha. También logró ganar tres partidos seguidos y levantar la primera copa seria y reglamentaria del año para obtener la estrella número 74 en la historia de Boca, 17 de las cuales lo tienen como gran protagonista.

 

Porque para los que no saben, ese Negro humilde y bajito que se banca todo con una sonrisa es una gloria viva de Boca, conoce cada rincón del club y vivió en carne propia todas las sensaciones, conflictos y alcances que puede tener el minuto a minuto en el club. Tal vez su simpleza al comunicarse haga que muchos piensen que el fútbol moderno lo pasa por encima. ¿Podrán superarlo en la dialéctica científica de los esquemas tácticos? Tal vez. Pero el fútbol es mucho, muchísimo más que eso. Y Boca es directamente otro mundo. Ibarra lo sabe de sobra. Anoche metió mano fuerte en el equipo, pese a la opinión contraria de la mayoría. Los grandes le responden, los chicos aportan cada vez más soluciones y hasta brillan. Y el equipo va apareciendo.

Cuánto durará la paz lograda anoche lo dirán, obviamente, los resultados. Por unos días Patronato será un rejunte de amateurs al que nunca Boca debió haber tomado en serio. Y, si el equipo espera un par de partidos para volver a decepcionar, tal vez hasta llegue al debut de la Copa como un candidato y no como un rejunte, sin refuerzos y sin técnico. Algunos, esos que les gusta sumar simpatías con los flashes más allá de sus convicciones, ya empezarán el operativo redención. Tienen respaldo: Boca ya salió campeón.

 

Sean bienvenidos al tren de un técnico que pisa cada vez más fuerte.

Gonzalo Suli

Periodista. En Twitter @gonsul.

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