91, pero todo muy 1992

Con la de ayer, son 91 victorias del Xeneize contra su clásico rival. Las de River son 84. Los números dicen muchas cosas. 1984 es tal vez el peor año institucional de la historia de nuestro club, pero 1991 fue un año que nos marcó a los hinchas: un año de esperanza, y a la vez de injusticia. Bronca por una Copa que se va de una extraña manera y un torneo ganado de punta a punta pero inválido. Hoy se repiten dos circunstancias: nos fuimos de la Copa Libertadores sin merecerlo, y parece que el torneo local ganado por Boca carece de valor para los medios. Lo que cambió es que en 1991 fue por cuestiones reglamentarias, hoy es por el relato que nos dicen a diario (#lamaquinadeocultar).
Ahora bien, como el tiempo corre muy rápido en la era de internet y de las telecomunicaciones, el partido de ayer no fue de 1991 (por cierto, también victoria de Boca por 1 a 0 con gol del 9, pero dejémoslo ahí) sino que saltó un año y terminó siendo muy 1992.
Porque ganamos 1 a 0 en la Bombonera, porque el gol fue de pelota parada, en el segundo tiempo y marcado por un delantero. Porque hubo festejo en el alambrado, porque el arquero de Boca fue decisivo, porque el dos de Boca debutaba en 1992 y el de ayer era su primer clásico. Y, principalmente, porque veníamos los dos equipos nacidos en la República de la Boca (lo seguimos haciendo) peleando el torneo, a 10 fechas del final.
Pero hubo otros condimentos noventosos. Las salidas de los equipos por separado, los papelitos, y, lógicamente, el cántico: “que nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán”.
Sí, esa canción que también pretenden borrar, la quieren cambiar, pero Boca siempre ha sido capaz de todo: desde conquistar Europa antes que la propia selección argentina hasta encontrar el desaparecido gol de Suñé de 1976, pasando por sostener la memoria de los 71 fallecidos en Puerta 12 y el no olvidar el mal llamado fibronazo, reivindicando a esos juveniles. Boca todo lo puede, si no que le pregunten al Real Madrid, a quien derrotamos en América, en su cancha, en África y hasta en una final del mundo en Japón.
Sí, fue un partido noventoso porque, además, en ese alambrado que da a Riachuelo, tras un gol de cabeza-nuca de su número 9, también hubo festejo con jugadores allí colgados. Porque la última fecha es contra Independiente en Avellaneda, para soñar como en la anticipada vuelta de 1998. Por las banderas de Bianchi, Diego Armando Maradona (siempre va a estar) y Palermo, por Ibarra en el banco y Román en el palco. Palcos noventosos, para seguir jugando con los recuerdos.
Ahora bien, lo que nadie te va a decir (#lamaquinadeocultar), es que hace muchos partidos que River no le hace un gol (no digo ganar, sino marcar un tanto) a Boca cuando el Xeneize tiene sus once jugadores. Han precisado de expulsiones y un caso de un jugador fuera del campo de juego para marcar (el de Álvarez en la Boca). La expulsión de Marcos Rojo, de gran partido, les dio de oportunidad de marcar con superioridad numérica, pero las manos de Rossi cerraron la persiana.
Esa maquinaria de ocultar tiene hermanos gemelos. A veces no te ocultan sino que te acomodan la realidad. Dentro de las tergiversaciones (decir la mitad de la verdad) se leía que Boca no le ganaba a River como local desde 2015. Más allá que los eliminamos en 2021 por penales (tras empatar), lo que tapan es que les ganamos en 2019 con gol de Hurtado (Copa Libertadores). Acomodar las cosas (solo referir torneos locales) no lo hicieron cuando ellos estuvieron (por torneos locales) sin ganarnos en el hoy Más Monumental desde 2010 hasta que Rapallini hizo lo suyo el año pasado. Por caso, en la Bombonera no nos ganaron desde 2004 -Baldassi- a 2014 -Pitana-. No encontramos partidos oficiales AFA en la temporada 2011/12. Eso sí, cuando se refieren a campeonatos AFA (sin ningún tipo de Copa), no te van a contar que Gallardo está 3 a 5 abajo. Que te quiero decir: que usan las estadísticas a su propio antojo. Estamos acostumbrados.
Vayamos mejor a analizar cómo les ganamos. River ocultó su formación y su planteo táctico (#lamaquinadeocultar) hasta el inicio mismo del partido. Y, si bien no fue tan del estilo Gallego 2000, y más allá que tampoco pudo poner a Enzo, salió con 5 defensores con más un volante tapón. Con dos jugadores a priori desgarrados aunque velozmente recuperados (Armani y Solari), y a esperar que Boca juegue, empleando los bochazos del colombiano Quintero a espaldas de los centrales Xeneizes. Boca fue más simple: 4.4.2, con posesión sin tantas ideas, con su ancho de espadas (Villa) y su suplente (Zeballos) lesionados. Pero yendo a buscar el arco rival desde el saque del medio. Firmes los dos centrales, con Varela como figura, con buenos 20 minutos iniciales de Ramírez y un buen partido en general de Payero.
El partido fue muy físico, chato a nivel juego. Pocas llegadas de gol, dos buenas salvadas de Rossi, otra de Armani pero en Boca juega Darío Ismael Benedetto, marcando su tercer tanto al rival de siempre. A lo Boca, ganando en las dos áreas, con Rossi y Benedetto como estandartes.
Pero eso no lo van a decir, sólo te van a hablar de alguna falta, de un jugador lesionado por un choque, menos te van a decir que Pinola le dio un golpe sin pelota a la cara de Langoni o como el árbitro Herrera hizo la gran Ponzio con el central devenido en lateral Paulo Diaz. O como le cobraba todo a De la Cruz, incluyendo una no falta que terminó en amarilla para Frank Fabra. Déjalos. De su esencia ya les conté en la columna anterior (Aire Acondicionador). Ellos y los medios. Hoy Diario Clarín picó en punta, tapando la camiseta de Boca en su tapa, ocultando hasta el fotogénico festejo de los jugadores Xeneizes.
Párrafo aparte para un necesario asterisco, moleste a quien le moleste: pronta recuperación para Aliendro, un golpe fortuito y una lesión que esperemos no sea de gravedad.
En síntesis: el de ayer fue un partido noventoso, porque en esta década que estamos cursando, como en los 90, les ganamos casi siempre.
Ganó Boca, y cuando gana Boca todo el año es carnaval.