Una chance perdida.

Boca cayó por 3-0 en su visita a Barcelona por la Copa Joan Gamper. El equipo, a pesar del resultado, pareció estar a la altura durante gran parte del partido. La pregunta es ¿Se puede analizar seriamente un amistoso? Por supuesto que sí, de hecho el momento más crítico del semestre hasta aquí fue un empate en Denver. Ahora, ¿valdría ponerlo en la escala de partidos importantes donde el equipo no da la talla? Veamos.

El resultado tal vez no refleja todo lo bueno que hizo el xeneize, sobre todo en un primer tiempo en el cual dispuso de oportunidades y hasta cierto control del juego. El asunto es que no solo no fue capaz de reflejar esa realidad en el marcador: también fue recibiendo goles de un modo inocente, que resaltó errores propios además de las virtudes ya conocidas en el rival. Tal vez allí haya un punto de contacto con -por ejemplo- la final perdida ante River por la Supercopa Argentina, porque Boca carece en partidos de renombre de la misma capacidad que ostenta cuando los compromisos  son más previsibles. La capacidad de hacer goles fácilmente. Esa carencia la paga con una gran dosis de frustración cuando el oponente sí acierta y luego comienza a jugar con los nervios y la desesperación de quien se sabe en problemas. Entonces Boca se vuelve un equipo previsible e inofensivo.

Así diluyó su chance en esta cita de lujo. Quedan para destacar algunas actuaciones individuales (el lateral Lucas Olaza, Sebastián Villa) y, como se dijo, cierta actitud de intentar ser protagonista. Sin embargo, sigue quedando pendiente la cuestión psicológica de cuando y cómo dar el golpe que sorprenda al rival y conseguir así saberse más fuerte. Tiene chapa, tiene jugadores pero, aunque algunos intenten ver lo contrario, todavía le falta para ser un equipo. Y eso se puede ver aunque le haga frente al mismísimo Barcelona de Messi.

 

Gonzalo Suli

Periodista. En Twitter @gonsul.

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