Seremos parte de la historia

Estoy en la hora 8 de las 13 que dura la espera en San Pablo para continuar viaje.
Destino final: Río de Janeiro.
Sí. Así como miles y miles de bosteros, junto a mis compañeros de Cadena Xeneize, seremos parte de la historia.
Porque haremos la historia, la que va más allá del resultado. Ese bendito resultado que esperamos (necesitamos), para que todo tenga el final que queremos (rogamos).
La historia quedará escrita para siempre como la mayor movilización popular que se tenga recuerdo, en apoyo (demencial, desproporcionado, inconmensurable), a un equipo de fútbol.
En tiempos donde el bombardeo mediático lleva a mirar todo con ojos poseídos de la más ácida crítica. Y esa latente sensación que siempre se busca erosionar los momentos de felicidad. Por más efímera que sea. Boca, sus hinchas, se animan a enfrentarlos y dar la batalla más grande de los últimos tiempos…
«No me importa lo que digan, lo que digan los demás. Yo te sigo a todas partes…»
Como bandera estandarte para ir al choque.
A ellos, llegados y por llegar, de todas partes de Argentina y resto del mundo, poco y nada les importa «lo que digan los demás».
Van porque hay que estar.
Saben (sabemos), que el sábado 4 de noviembre será historia.
Y jamás se detendrán en «las formas» o en «solo pasan por penales». Eso es palabrerío que exacerba aún más (¿será posible?), el desmesurado amor a un sentimiento colectivo sin igual.
BOOOCAAAAA BOOOCAAAA gritan sin que haya nada que los detenga ni menos que lo justifique. Gritan por amor.

Hace tiempo, un sector muy fácilmente identificable (por lo absurdo), inició una campaña, que de tan ridícula cayó en la tristeza. Esa que pretendía posicionar a otro equipo con las insignias inalterables del bosterismo. Los más populares desde siempre y para siempre.
La fiel representación del pueblo futbolero argentino. En las buenas y en las malas.
Como es lógico, lo forzado, cae por su propio peso. La farsa dura lo que la realidad dispone que dure. Y hoy la realidad muestra con todo el peso del deseo por una bendita Copa, que solo un movimiento popular GENUINO persiste en este lado del mundo.
Ese que es capaz de explotar toda previsión imaginada de los organismos de seguridad y organización de Conmebol.
Que obliga a abrir un sitio reservado para la gran fiesta del pueblo brasileño como el Sambódromo, solo para albergar a una multitud que no va a poder ingresar en el legendario Maracaná.
Aquí, donde la historia de la pasión más grande y mayoritaria de los argentinos se escribe, es donde termina el palabrerío y la farsa.
El 4 de noviembre será historia.
Imploramos poder lograr esa séptima que se niega a llegar.
Pero la historia no solo hablará de Copas.
Ganadas o perdidas.
Hablará también de la batalla cultural que el hincha de Boca volvió a ganar.
La que lo enfrenta a la máquina del desánimo continuo y a aquella que un grupejo trató (sin éxito alguno) de imponer a través de sus medios complacientes.
Boca fue, es y será grande por su gente.
Esa gente, que como yo, hará un gran sacrificio, tal vez uno de los más importantes pero lindos de su vida, porque entendemos que también seremos parte de esta historia. Nuestra historia.
PD: Ya queda menos. Ahora faltan sólo 4 horas para despegar hacia Río.



